Juego la carta de «Pingüino apoyado en un espejo que lo hace gordo» contra ti, -250 puntos.
Yo juego la carta de «Naranja» y lo vuelvo naranja.
¿Y eso qué efecto tiene?
Lo vuelve naranja.
Me toca. Juego la carta “Todos los pingüinos naranjas han de morir”. Y hace lo que creéis que hace.
Jo…
Yo juego la carta de «Bola de fuego». Hace 5 puntos de daño.
Pero eso no tiene sentido.
Ya.
Pero, pero.
Me toca, me toca. Juego la carta de “Resurrección anaranjada” que dice que “reviven todas las cartas que tengan algo naranja”.
Y así sucesivamente.
Esto es «Mil cartas en blanco».
Dejad volar vuestra imaginación.
Bienvenidos a la ciencia ficción.
¿Qué?
«Mil cartas en blanco» es un juego de imaginación, creatividad, risas y caos.
Lo importante no es ganar. ¿Acabo de decir eso?
Los jugadores se reparten cartas en blanco, que pueden ser papeles, o cartoncitos. Yo recomiendo usar esas fichas que venden en las papelerías, que traen unas 100.
Durante la primera fase del juego, los jugadores van a crear cartas, simple y llanamente. Las reglas para crear cartas son que tengan un nombre, un dibujo y un efecto. Las cartas pueden sumar o restar puntos.
Y ya está.
Esas cartas se barajan junto con otras cartas en blanco y puede empezar la partida. Los jugadores roban cartas, las juegan y cuando se acaba el mazo se mira quién tiene más puntos.
La gracia está en las cartas en blanco. A medida que las vas robando, las puedes ir dibujando en directo, dando lugar a situaciones como la que habéis visto arriba (la carta que se volvía naranja y luego moría).
¡Y las mejores sobreviven!
Sí, esa es la parte en la que puedes “ganar”. Aunque ganar el juego en sí no tenga ningún mérito, porque siempre puedes crear una carta que diga “gana el juego Competitiveman” (por si le toca a otro), lo mejor viene después. Al terminar la partida, los jugadores van a ir revisando las cartas una por una y seleccionando las que consideren mejores.
Estas cartas mejores se conservan y las peores se tiran. Bueno, consérvalas también, pero en otra caja. Las cartas mejores formarán la base de futuras partidas, y se mezclarán con cartas en blanco.
Y vuelta a empezar.
Es un juego muy divertido y fácil de explicar.
Promueve la imaginación, la creatividad y sus posibilidades son infinitas. A base de hacer cartas que impongan “reglas” puedes llegar a hacer otro juego.
Bueno, bueno, pero también puede salir mal. «Mil cartas en blanco» depende mucho de los jugadores con los que juegues y su experiencia en juegos. Mola crear cartas con efectos diferentes y no los típicos de “roba 2 cartas” y demás.
La mecánica de robar una carta por turno puede hacer que los jugadores se queden sin cartas pronto y deje de tener el poco sentido que le quedaba. Además, como tienes que andar dibujando cartas mientras juegas, te puedes estar perdiendo lo que hacen los demás jugadores.
En resumen, sin duda es un juego que tienes que probar, porque lo puedes hacer fácilmente y juzgarlo por ti mismo. Pero no te dejes influir por la primera impresión: va a depender totalmente del grupo con el que juegues.